Por Ernesto, Mario y Juanjo.

Cuando nos cercioramos de que hay suficiente nieve en el circo, decidimos subir la norte del Almanzor.
Llegamos al circo con viento y temperaturas bajas, la nieve ya estaba congelada durante todo el camino.
Esa noche dormimos en la tienda junto a la laguna, a la mañana siguiente empezamos a caminar antes de amanecer, tanto las bajas temperaturas diurnas, más los bruscos descensos nocturnos, habían convertido todo el circo en un bloque de hielo duro.
Apenas lográbamos clavar la mitad de las puntas de los crampones desde que salimos de la tienda, hasta que regresamos. Entre los tres sumamos muchas visitas al circo en invierno y nunca lo habíamos visto así.

Cuando llegamos a la base del corredor, las nubes habían cubierto todo el circo.
Yo ya era la segunda vez que lo hacia, aunque esta vez fue muy diferente, el terreno tan duro castiga mucho los tobillos y gemelos, también pensaba que una caída aquí sería coger mucha velocidad en pocos segundos y de una difícil, complicada y brusca auto detención.
A pesar de la niebla, el viento, disfrutamos de lo lindo, porque todo el corredor se había convertido en una gran cascada de hielo. Salvo la cascada que estaba algo delicada, debido a que tenía poco hielo y por su dureza se rompe como si fuera cristal, pero apenas tiene tres metros
Tres largos más y salimos a la brecha el viento aumentó considerablemente y la permanencia allí arriba era insostenible, a los pocos segundos de hablar, empezabas ha balbucear debido a que se congelaba la cara.

Tardamos poco en empezar a bajar rapelando, el fuerte viento que daba en la cara sur, hacia que las cuerdas desafiaran la ley de la gravedad. Una vez en la portilla nos dimos cuenta que, lo realmente complicado sería el descenso, normalmente se baja andando y de espaldas ala nieve, pero ese día tenia todo el aspecto de un gigantesco tobogán de cristal, hicimos tres rápeles, alguno practicado con setas de hielo. Incluso después tuvimos que bajar un buen trecho, de cara a la nieve (hielo) y haciendo piolet tracción.
La bajada por un terreno tan duro era demasiado castigo para los tobillos y teníamos que cambiar de orientación a menudo, nos bajábamos un rato de cara, otro de espaldas, otro hacia la derecha, otro a la izquierda, o derecho, asta que la inclinación bajó, pero todo con bastante precaución, ese día tardamos en bajar el doble de tiempo que otras veces anteriores. Pero afortunadamente no hacia viento en la cara norte.
Creo que ese día no subió nadie, ni por la normal, aunque sí lo intentaron y de ello nos percatamos, cuando a mitad de camino de la portilla, nos vamos encontrando restos de material y al final una mancha roja, no tardamos en adivinar que había sido un accidente. Poco más adelante se encontraba el herido, acompañado de su cordada, después de saber que estaba bien, atendido y pendiente de rescate, seguimos camino a la laguna. Según nos dijeron, decidieron volverse a mitad de camino de la portilla y al intentar darse la vuelta tropezó. Y claro pararse en esas condiciones, hasta para los mas expertos les sería muy difícil
Nosotros seguimos bajando, poco después llegamos a la tienda.
Esta salida fue algo singular, porque el terreno, la vía y la meteorología creaban un ambiente muy alpino y te exigía una concentración alta y continua, también son de las que más se aprende y más satisfecho se regresa, porque hemos sabido resolver dificultades añadidas a la de la propia vía, resumiendo que conseguimos subir y bajar sin ningún percance, aunque la montaña no tenia el mismo propósito.
Estas experiencias y otras que me han dado varios años de alpinismo, llego a la conclusión de que, a la montaña hay que ir con la cabeza bien amueblada, el material adecuado, y la experiencia necesaria.
Saludos cordiales,
Juanjo.